martes, 14 de octubre de 2014

A ver... ¿cómo te lo explico?

Y sí, ya sé que el "como" ya no hace falta acentuarlo, pero a mí lo que diga la RAE me resbala un poquito.

Echad un vistazo a este link y proseguid con la lectura. Emocionante, ¿eh? La cosa está en que si no has terminado riéndote cosa mala, no sé cómo explicarte esto. Así que tampoco voy a perder el tiempo haciéndolo. Me voy a limitar a echarme una mano a la cara y a negar con autosuficiencia, prepotencia y desesperación, que eso siempre da mucha rabia y mucha tirria.

Más o menos así.
Voy a añadir, en voz baja, con disimulo y a modo de "consejo" (aunque no sea yo nadie) lo siguiente: Por dios, no te dejes convencer por filosofías prefabricadas ni palabras fáciles y poco concretas, que eso es muy fácil y muy cómodo de hacer (y da SIDA). Así, de paso, podrás contribuir a no repartir disgustos a gente tan maja como yo, que a veces nos dan pequeñas arritmias por vuestra culpa.

Ala, un besito.

lunes, 10 de febrero de 2014

Mi peculiar forma de ser libre.

Hay gente aficionada a los videojuegos, hay gente aficionada a la danza, al deporte, al cine, a la comida, al estudio. Hay gente aficionada a cualquier cosa imaginable. Y lo que voy a hacer ahora es contaros una de mis aficiones, una afición que me procura una libertad de la que poca gente disfruta.
Nunca he sido una persona muy aficionada al estudio de cosas que no me fascinaran realmente. Siempre me ha gustado quedarme callado y observar a mi alrededor. Se podría decir que soy bastante reflexivo, dejémoslo ahí. Puede que muchas de las ideas o reflexiones que termino adoptando ya las haya recitado un gran filosofo, o un cualquiera que pasea por la calle (sin menospreciar a los “cualquiera”). Puede que alguien encuentre un contraargumento a mi teoría o idea. Pero todo eso no deja de hacer que esa idea sea mía y de nadie más. ¿Por qué? Simple. Porque es una reflexión que he sacado yo solo, sin leer a ningún autor y sin que me sea dicho por un experto en la materia. Esta es la curiosa manera que tengo yo de sentirme libre dentro de mi creatividad. Os pondré un ejemplo con algo que siempre me ha llamado la atención y que siempre me ha hecho pensar que el ser humano, que siempre se ha regocijado en la supremacía racional frente a otras especies, no hace nada tan perfecto como lo es todo lo natural. Una de las pruebas irrefutables de que las creaciones del ser humano siempre serán imperfectas.
Ésta es una reflexión de dos palabras antónimas entre sí. Estas dos palabras son Todo y Nada. . Cuando hablo de Todo, como concepto abstracto, me viene a la cabeza una totalidad, Todo es todo. Cuando pienso en Nada, en cambio, me llama la atención la vacuidad que expresa con el simple hecho de su expresión. El vacío más profundo que puedas imaginarte. Eso es Nada. Y ahora, démosle una vuelta más. Ya hemos dicho que Todo es una totalidad, pero esa totalidad incluye también el concepto de Nada. Entonces podemos llegar a una deducción muy simple, pero que aporta mucho. Todo lo incluye todo, hasta la Nada. Pero si Nada es nada, Todo es Nada y Nada es Todo. En cierto modo, Nada está por encima de Todo. Es liberador pensar eso.

Es obvio que en la vida de cada uno deben primar unas u otras cosas y que hay que perseguir y luchar por las cosas en las que creemos de verdad… 
Pero al Nada estar por encima de Todo, siempre habrá otra opción, otro camino.

martes, 28 de enero de 2014

Hitler no era tan malo

¿A qué viene esto? No soy un neonazi consumado ni mucho menos, tampoco voy a hacer apología o defensa de esa ideología. Pero me acaba de pasar algo que me ha llamado mucho la atención y, reconozcámoslo, me ha hinchado las pelotas.
Os cuento un poco por encima para situaros. Resulta, que estaba yo navegando por Facebook leyendo insulsos comentarios, viendo imágenes que no me incumben y leches varias, cuando vi que alguien, completamente desconocido, había escrito algo. Para saciar a la maruja que llevo dentro, no puedo evitar sentir un deseo irrefrenable de leer largos comentarios de opinión en muros de gente “literata”, que ni me va ni me viene, que se cree experta en  alguna materia de la vida.
A veces, muy pocas, leo cosas interesantes. La mayoría de las veces, leo sandeces. Como es este caso. Os cuento: Alguien hizo una reflexión a partir de una transcripción de un anuncio que escuchó Dios sabe dónde. El anuncio, en esencia, decía: “Vive la vida, sé tolerante, hakuna matata”.
Al terminar de leer, no he podido evitar arquear una ceja. ¿Cómo es esto de reivindicar el “livin’ la vida loca” a través de Facebook? Estoy un poquito cansado de esa basura, así que me he limitado a hacer un simple e inocente comentario expresando que me parecía muy irónica la situación.
Es curioso. Justo después de eso, el sujeto en cuestión me contestó usando un tono claramente irritado e indignado y tratando de lanzarme a la cara argumentos contrarios a mi idea, echando sucia mano del patetismo más ridículo. Acto seguido me ha eliminado de sus lista de “amigos”. No he podido evitar reírme. Tolerancia por mis cojones.
He aquí la reflexión que venía a haceros. ¿Cómo es posible que haya recibido una reprimenda tan dura, como lo es la privación de mi propia expresión, por parte de alguien que, en teoría, le acaba de hacer una oda al hakuna matata? Está bien, estamos en una red social, todo el mundo es libre de bloquear a quién más le plazca. Aun así, me llama la atención como cada vez más, sujetos neoliberales y ultraprogresistas se aproximan a una velocidad pasmosa a la metodología de dictadores como Adolf Hitler.
“¿Dices algo que no me gusta? Te suelto un moco (o una paliza) y acto seguido te bloqueo (o te lleno el cráneo de plomo), eso es todo lo que me importa lo que piensa cualquiera que no sea yo”.
No es la primera vez que me pasa esto, este caso en concreto no me provoca mucha frustración. Lo que me preocupa es la tolerancia a la frustración que he desarrollado con este tema. Es como si me lo hubieran hecho ya tantas veces que ni siquiera me importe.
Y me diréis: “Hombre, pero es que tú también te metes dónde no te llaman, macho” Puede ser, pero vamos a ver. Si estoy en un lugar dónde soy libre de comentar donde, como y cuando me plazca… ¿Por qué no hacerlo? Y si comento en el estado de alguien con el que no tengo relación… ¿Por qué figuro entre sus “amigos”? Yo lo tengo claro, tengo a gente de más para poder meterme con ellos en un momento dado y echar unas risas.
En fin. No nos echemos las manos a la cabeza cada vez que oigamos a alguien mencionar el nombre de Adolf Hitler y mirémonos a nosotros mismos. Muchas veces obramos con la misma mezquindad e hipocresía con la que él obró.